Comienzan poco a poco los fulgores
del sol a discurrir en el oriente
y tiñen sus pinceles lentamente
la bóveda opalina de colores.
Entreabren sus cálices las flores
llenando de fragancias el ambiente
y en las ramas del bosque somnoliento
los pájaros se vuelven trovadores.
El mundo eleva su plegaria al cielo
y al sol que empieza su inmutable vuelo
derramando sus tintes escarlata;
y en esa conjunción, caluroso y lento
pasa silbando el misterioso viento
el acorde triunfal de su sonata.
G. A. Agéret - 05/12/1918
lunes, 30 de julio de 2007
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